miércoles, 14 de agosto de 2013

Justificación

Si te dicen que eres un artista tendrás que plantearte que han visto en ti de sospechoso, ya que el término se emplea con demasiada frecuencia para gente de mal vivir.
En mi caso, que me lo han dicho alguna vez, siempre miro al culpable con mirada inquisitiva, tratando de descubrir si lleva segunda intención cuando me tilda de tal.
Pero debe ser que soy demasiado suspicaz, porque lo cierto es que llevo toda la vida viviendo del arte. Tal  vez por eso me meto a blogger, que, para mí que tengo poco manejo de british, me suena a pandillero duro.
-¿Y quién no tiene un blog hoy día? -Me pregunté.
- ¡Pues yo!-Me dije preocupado. (Entre otras cosas por hablar solo).
-¡Pues habrá que ponerse a ello! –Ya pasa uno bastante por raro por ser artista como para, además, ser el único sin blog.
No sé si raro, pero desde luego enrevesado debo ser, ya que mis hijos bromean sobre mi sentido del humor algo complejo (por no decir más raro que un piojo verde). Y de eso se trata, ya que de un tiempo a esta parte –hace un montón de años- ese sentido del humor complica la lectura de mis cuadros (se ha metido ahí y no voy a echarlo ahora). Me di cuenta hace tiempo, cuando un “crítico de arte” de un periódico –lo de las comillas va con segunda- alabando mi cuadro, se lanzó a comentar lo que veía y me dejó pasmado con su interpretación. Yo estaba harto de decirle a mis alumnos que el chiste no se explica, como diría alguien del norte, sino que se cuenta y el espectador tendrá que poner de su parte para resolverlo, pero todo tiene un límite, si de un chiste de leperos tratas de extraer enseñanzas morales, te has ido tan por los cerros de Úbeda como aquel periodista.
El cuadro en cuestión era un tal “Dinamismo de nana”, que así se llama porque acostumbro a poner nombre a los cuadros para dar una pista al desconcertado espectador de cómo enfrentarse a ellos.



Fue premio Universidad de Málaga en la Bienal de Marbella, y se trata de un divertimento sobre el dinamismo; ese recurso gráfico tan completito y que te ofrece tantos recursos con que jugar. Es  un artefacto de aproximadamente ciento veinte por ciento veinte centímetros, pintado en temple a la cola y acrílicos sobre madera.
Pero, ¿por qué “Dinamismo de nana”? Pues ahí está escondido el gazapo; todo surge por un flash grabado en mi mente infantil (en su momento, no ahora que sigue siéndolo) de una madre –posiblemente la mía- meciendo a un niño –posiblemente mi hermano Fali- en una silla de enea. No sé si podéis imaginaros la escena (porque a estas alturas es raro que se vea), pero una silla de cuatro patas no es una mecedora, y por tanto, más que mecer se batía al niño. Pienso que estaba bien pensado, ya que se trataba de provocar un traumatismo craneal leve al enano para adormecerlo irremediablemente. Hoy no se emplean recursos tan efectivos para tal fin. El continuo golpeteo de las patas en el suelo acompañaba al otro golpeteo de la materia gris dentro de su sólido envase.
En el cuadro la sensación de movimiento debe ser convulsa para representar la agitación a que es sometido el chiquillo. Eso me daba pié a derrochar recursos cinéticos de forma y color que relato brevemente: la perspectiva errónea de las patas de la silla, de la puerta y la solería, la simulación de efectos estroboscópicos que produce la fractura de las formas en estelas, el divisionismo del color para provocar vibración… Todo ello contrastado con el punto iluminado donde alguien acaricia a una mascota ( si no lo veis yo os digo que es así y me creéis) para que ese contraste acentúe la histeria del conjunto. Todo ello se remata con un marco, elaborado ex profeso en la misma tacada (para que os ahorréis tener que enmarcarlo) que también pretende jugar a lo mismo: el cuadro está levemente girado sobre el marco y juega a una leve asimetría cinética con las dos serpientes marinas –por decir algo- dentadas que deambulan a ambos lados y en dirección opuesta una a otra.
Y he de advertir que estas son las razones cuasi conscientes de este cuadro, seguramente haya muchas otras intenciones ocultas –y quizás retorcidas añadiría Freud- que soy incapaz de descubrir.
Al ser propiedad ahora de la Universidad de Málaga (para algo lo premiaron), su localización debe suponerse en algún recinto universitario.


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