Marchando otra de ajedrez!
Descubrí aquello que decía Miguel Angel de quitar todo lo que sobraba del
bloque. Cada tajada con la navaja me iba sugiriendo la forma del futuro peón;
en este caso, una vez decididos los contendientes, tocaba del bando gótico alemán.
Surgió de la madera con un poco más de movimiento que el primero –tan serio
él-, pero aún algo tosco. Pretendía ser el visitante atraído por las fiestas
nacionales (levanta con poco garbo el pié derecho al ritmo del clamor de la
batalla).
Como este embolado de treinta y dos piezas podía resultar tedioso, decidí
que sería cada uno con personalidad propia aunque dificultara notablemente el
juego (al fin y al cabo yo los conocería y tendría ventaja sobre el
contendiente). A partir de ese momento, sólo el escudo y el tamaño de las
piezas podrían diferenciar un peón de un alfil.
Por esas fechas me movía más que un viajante de comercio. Casi todas las
semanas viajaba de Sevilla a Málaga para ver a mi novia- sí, ya entonces era
Kika- y como la economía de estudiante siempre es complicada, solía hacer el
viaje en auto stop (entonces era más fácil que hoy; yo iba con pelos largos y
rizados como el Cristo de Medinaceli, y aún así algunos conductores paraban a
recogerme. No sé si lo hubieran hecho
sabiendo que llevaba una navaja y un taco de madera en la bolsa de costado).
Salvo el viaje con un fulano con descapotable que me trajo derrapando en las
curvas de los montes de Málaga, fueron viajes aceptables, me dejaron tirado en
cada metro del camino pero siempre era menos desesperante que el viaje en
“expreso” que hice: ocho horas para doscientos kilómetros, podía bajarme del
tren, coger margaritas y volverme a subir. Terminé aburrido, sentado en el
maletero que el compartimento tenía sobre la puerta.
El hecho de que mi padre fuese también artista, permitía tener un bodegón
de trastos viejos montado en el salón de casa durante un par de semanas. En
cambio los modelos para mis ensayos con los retratos no se dejaban durante
tanto tiempo. Mi hermano Fali fue uno de los primeros en sacrificarse por la
ardua empresa.
En este retrato se advierte un cierto regusto por los temas y colores de
las etapas rosa y azul de Picasso, aunque, evidentemente, mucho más ingenuo. Es
un figura cuarenta -100 x 81 cms. –
pintado al óleo con carga de marmolina sobre lienzo.
El tercer peón, volvía a ser de los
nuestros. Creí oportuno hacer referencia al único tema del cine español; la
guerra civil. Así, este fulano venía de una contienda anterior, con el casco
quitado, cabeza y pié vendados y ropa hecha jirones. Era un peón “de segunda
mano”.
Después vino de nuevo el bando germánico. Y en este caso una sombra casual
me sugirió un topicazo, pero el ajedrez iba de tópicos… Digamos que me salió un
peón un tanto autoritario…
El puntero en la mano lo atestigua (en educación, no sé por qué es símbolo de
autoridad. Será porque algunos en otros tiempos lo revoleaban al alumno
incordio).
Las cruces del escudo y el casco también sufrieron una ligera
modificación. Perdonad que hable tan diplomáticamente de este personaje, pero
es que no quiero enfadar a la Merkel.
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