Las fallas en Málaga.
Tengo recuerdos de niño con mucho arte. Ya os
conté lo de pasar las horas muertas observando trabajar a mi padre. Pero es que
él procuraba que su arte se convirtiera en magia para nosotros; hacía unos
tarjetones con las imágenes de los reyes magos que ponía junto a los regalos.
Forraba una habitación con sábanas blancas sobre los muebles, organizaba los
regalos de los tres -mi hermano Fali aún no había nacido- y junto a cada
grupito el rey que nos regalaba; el mío era Baltasar. Debe ser por eso que
nunca he podido ser racista.
Si se me caía un diente, se guardaba bajo la
almohada. Al día siguiente el ratoncito Pérez, muy nuestro, lo había cambiado
por un tarjetón con su imagen a todo color y tres moneditas sujetas con
elásticos junto al retrato – debía ser de la familia de Mickey, porque se le
parecía, pero de la rama hispana por lo de Pérez-.
Pero lo que recuerdo con más nitidez es uno de los
montajes que hizo para San Juan; un júa
(judas si en vez de “qué malanhe
tiene el chavó, dices “qué mal angel tiene el chaval) que causó
sensación.
La silueta de detrás pretende dar una idea del tamaño que recuerdo. Aunque,
desde la perspectiva del enano que yo era entonces puede ser una apreciación
errónea. La imagen es un fotomontaje basado en un recuerdo remoto y no me
responsabilizo de las diferencias. (Nota del redactor).
El caso es que el acontecimiento, en el barrio de Ciudad Jardín de Málaga,
debió ser sonado. A mí me dejó un recuerdo imborrable, y por ello he tratado de
recrearlo con mis hijos.
Veintitantos años después de aquellas experiencias infantiles, aprovechando
que en la urbanización donde vivimos hay un espacio donde se podía hacer una
candelita, decidí sorprender a mis vecinos realizando el primer júa a tamaño
natural.
No tengo fotos de todos los años que realicé el júa, pero éste fue de los
primeros:
Gárgamel el malvado cazador de pitufos con su ayudante Asrael -creo que se
llamaba.
Aquí están en mi estudio, antes de hacer el fabuloso automóvil parecido al
clásico “Biscúter” en el que viajarían a la hoguera.
Mis hijos también les cogían cariño… Los habían visto crecer.
Kika tampoco se resiste a posar con los perversos personajes.
Amigables porque no sabían la que les esperaba.
Alicia
se pierde a su lado, pero era feliz con sus enormes juguetes.
Estrenando coche, ya subido a la enorme pira. En
el saco se supone que van los pitufos capturados.
Mi hermano Fali deseando meterle fuego ya. Alguna
vez la hemos prendido como los indios, con flechas incendiarias. (Siempre hemos
sido un tanto salvajes).
Los vecinos se lamentan
de que se pierda tanto trabajo, pero el recuerdo permanece. (Y aún retumban en los
oídos los petardos que le metíamos dentro, no voy a dar la receta de cómo los
hacíamos caseros, para no dar ideas a otros desaprensivos como nosotros)..
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