Entre el dolor y el disfrute.
(Exagerando en lo del dolor y no tanto en lo del disfrute). Todo comienzo
es complicado, pero es cuestión de mantener el equilibrio y echar a andar.
Luego ves que te compensa los trompicones, y el dolor va pasando hasta convertirse
en algo que engancha; los momentos de disfrute son más.
Te sientas discretamente en un parque o un bar, en un rincón desde el que
se domine el salón, estás armado de papel y lápiz y te sientes como un cazador
furtivo –otros podrían tildarte de mirón, si son más cursis voyeur-, pero tú eres aún más perverso,
porque además de contemplación pretendes algo inconfesable. Hacerlos tuyo.
Es una forma de conseguir modelos gratis, y cuando le coges el tranquillo
puede resultar hasta divertido y es fuente de futuros cuadros.
Hablando de modelos, también Kika se prestó pacientemente a que le hiciera
un retrato, fue allá por los catorce años y acababa de perder a su padre, pero
yo aún no tenía habilidades para hacerle justicia (Y más bien la ajusticié).
Ese retrato fallido lo destruí.
Luego traté de plasmarla en un espejo tallado en pino vulgaris, de
influencias modernistas muy, muy, muy tardías.
También con los procedimientos en los que te tratas de iniciar se pasan
momentos malos, en la acuarela, especialmente. Requiere una frescura propia de
un cierto dominio, sobre todo en el control de la humedad –a veces se te desbordaban
las tintas y se metían donde no debían-. Por ello al comienzo suele adoptarse
un procedimiento más controlado, más seco; pero es más divertido cuando
aprovechas el accidente, el
comportamiento espontáneo del agua y el pigmento. Esto es algo que aprendes
después de muchas manchas fallidas y los hallazgos que provocan. Quizás sea de
los procedimientos que más aportan con los errores.
Después de soltarte el pelo es más fácil llegar al
equilibrio entre el accidente y el control, e incluso una simple piedra te
sirve. Ahí empiezas a descubrir como el
arte oscila entre orden y caos. (Mucho
más tarde volví a estos polos opuestos como tema de mi Tesis Doctoral).
En el paisaje esa dificultad de organizar el caos era la primera pelea, por
eso nos defendíamos mejor con ambientes más limitados y sencillitos.
Pronto descubrí que en cualquier empresa los proyectos previos pueden ser
tan reales y satisfactorios como los resultados, y eso me llevó a plantearme la
obra de otra forma más creativa: desde el proyecto previo, en que ya empiezo a
disfrutar, hasta el mismísimo marco, que forma parte del cuadro. Este fue uno
de los primeros, en que un cuadro sobre el mediterráneo y la mujer andaluza
(con abanico de collage y decollage) se enmarca con un pseudo marco barroco que
preconizaba mis andanzas por el Bricolaje
chapuza.
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