¡Al fin terminé el ejército!
No me refería a la mili, sino al ajedrez, pero, pensándolo bien, no me
resisto a hablar de la mili como era obligado entre los varones en otro tiempo.
¡Qué tiempos aquellos! De pesadilla para muchos, quiero decir.
Pero no para mí, felizmente, ya que mi estancia entre militares fue
bastante sui generis. Y es que, si tardé dos años en terminar el
ajedrez, aún más me duró el servicio militar, ya que fueron tres años liado con
los dichosos campamentos de milicia universitaria.
En cualquier caso tiene que ver con el tema de este blog, ya que llegados el primer día a la compañía el
capitán pregunta por los tres de Bellas
Artes: Alfonso Peñarrubia, Juan Suárez y yo, los tres amigos de Santa
Isabel de Hungría en Sevilla, y nos encarga un enorme cuadro para decorar la
cabecera del dormitorio –tres metros y pico por uno setenta creo-. Debe ser una
Inmaculada Concepción, patrona del ejército de tierra, protegiendo a los
soldados de un campo de batalla. ¡Gulp! Nos releva de todo servicio y sólo
tenemos que pintar. Nos miramos y alucinamos.
Al día siguiente bajamos a Córdoba –estábamos en Cerro Muriano- a comprar
los materiales, el lienzo, etc. Nos
establecimos en una gran sala donde cabía el cuadro holgadamente y nos rodeamos
de los preciosos materiales a los que tan acostumbrado estábamos. El cuadro
apoyado en el suelo, cogiendo todo un testero, y tras el cuadro una botella con
un extraño aguarrás, ya que no era amarillento como suele, sino cristalino y
con olor a ginebra (de hecho se dejaba mezclar bien con la coca cola). Así
provistos, nos repartimos el trabajo; yo haría la virgen, dominando todo el
cuadro con sus brazos abiertos, Alfonso el paisaje que se le daba de maravilla,
y Juan los tanques y esas historias guerreras.
Si os digo que el período había de ser de dos meses y medio de ese verano,
¿cuánto pensáis que te puede llevar pintar un cuadro como ese? Lo habéis
acertado. ¡Dos meses y tres semanas!. Pura coincidencia…
El segundo período, el año siguiente, tocaba la EATI, Escuela de Infantería
de Toledo. De nuevo dispuesto a sufrir, ¡pero nada, oye! El Teniente Coronel
estaba al tanto de lo buen estratega que yo era, y me encarga otra Inmaculada
un poco más pequeña para su casa. De nuevo me liberaron de buena parte de
aquellas historias para dedicarme a la pintura. Quedó encantado el hombre, y yo
también.
Tercer período, ya como Alférez, en Ronda. Eso estaba chupado, porque un
oficial hace bien poco, y menos en un cuartel al que iban militares con
poquísima afición, a punto de jubilarse, pero de nuevo me ocurrió; coincidía
con que el capitán de mi compañía se había encargado ese año de la caseta de feria
del ejército, y, ¿a quién pensáis que
delegó su encargo? Pues heme ahí decorando una caseta de feria en mi tercer
período de mili. Me da vergüenza reconocerlo, pero creo que por eso no me convertí en hombre. Tengo una foto
insólita: en pantalón vaquero, por la calle camino de la feria, con una
compañía formada detrás.
Incluso pienso que contribuí a democratizar el ejército; fue el primer año
que oficiales y suboficiales compartieron caseta sin estar separados por una
alta tapia. Sólo una carreta y unas hojas de palma los separaban (fue el máximo
que conseguí, pero ya era un triunfo,
creedme).
¿Se puede ser pacifista y jugar al ajedrez? Espero que sí.
Quedan ocho piezas por mostraros; las torres y los reyes. En las primeras
es donde más se nota aquel tema que os decía de románico español contra gótico
alemán. Las torres españolas son edificios inspirados en el románico de influencia mozárabe (aproximadamente
ya que son de creación propia).
Esta es otra:
Son sobrios y toscos, iba a decir como los españoles, pero no quedan ya españoles así, ahora somos más bien sofisticados y frágiles.
En cambio las torres alemanas son mucho más delicadas y minuciosas; con
filigranas y pináculos propios del gótico ya casi flamígero.
Helas aquí:
Y esta otra:
Tampoco la gracilidad se refleja en los alemanes, si no, observad a su
dirigente.
Y en la monarquía también comprobamos las notables diferencias entre un
pueblo y otro. En el bando español contemplamos a un rey bajito pero seguro y
satisfecho,
…no hay más que ver su pareja para entender por qué:
En el bando alemán vemos en cambio a un rey cabizbajo y triste.
También se comprende en este caso al ver a su pareja la reina:
¿Un tópico? No. ¡Qué va! De nuevo observad a su dirigente. (El parecido es
razonable y la hice cuando aún la Merkel no había entrado en política).
Luego había que hacer el tablero. Aproximadamente 70 x 70 centímetros,
casillas blancas de latón pulido y negras de marmolina negra.
Y también la caja a la medida:
Dos vistas del artefacto montado y dispuesto:
Listo pues...
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