miércoles, 4 de septiembre de 2013

¡¡¡Más madera!!!
                Ha llegado el momento de nuevo (aquí pasan los años volando), estamos otra vez en San Juan y toca liarse con el júa, robándole unos ratitos al estresante fin de curso.
                ¿Qué toca este año? Pues un tal Doc, un malo muy sofisticado con ordenador y radar que caza personajes muy pequeñitos y amables, y los mete en una jaula (a fin de cuentas lo que nosotros hacemos con los pájaros, los hámster, los grillos…).   Un personaje muy real y muy a la última, ya que en esas fechas los ordenadores aún eran algo muy poco frecuentes.

                                 

                Un fulano, quizás demasiado parecido a Einstein para mi gusto, que tal vez demuestra una actitud un tanto descreída con la ciencia. En este primer plano se aprecia la intención realista del conjunto (Hay que tener en cuenta que la cabeza surge de una caja de cartón de embalaje modificada).

                 

                Como de costumbre, mis hijos establecen una relación de amistad con los villanos que han de quemarse en la hoguera (no sé, pensándolo bien, si era una buena enseñanza). Pablo tenía cinco años y Alicia dos.
                El malvado Doc está sentado frente a su ordenador con radar y en su mano izquierda sostiene una jaula para encerrar a los personajillos.

                    

                                    Pablo observa la jaula.

           
          
                 Ya es de noche, y el malvado espera pacientemente su fin.
                   

                             El doctor ya montado sobre la enorme pira, esperando las doce.

                       


                En esta ocasión el júa se enciende con el procedimiento de los dinamiteros: un reguero de pólvora lleva el fuego a su objetivo…

                    


                                …debajo de la silla, unos tubos llenos de pólvora terminan el trabajo.
                        

                           Doc ya está envuelto en llamas.

                



                          Ahora ya sólo queda saltar la hoguera y quemarse un poco la planta de los pies.


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