Este año decidimos arreglar el mundo, y, como es tradición de las hogueras de San Juan, decidimos quemar al más polémico del año: al vaquero que nos metió en un berenjenal. Cierto que en algún momento temimos un conflicto diplomático con EE. UU.
Aún fue un poco más didáctico este “júa” al fotografiar el proceso desde el
principio:
Desde la primera caja y los primeros dobleces que van
a conformar la cabezota del presidente.
Como de costumbre, la cinta de pintor se hace
indispensable.
Poco a poco va tomando forma. …Por decir algo, aún
queda un montón.
Más cinta y unos retales de “cartoncillo
de guitarra”, y ahora la cosa cambia.
De perfil se comprueba como se va aproximando al
susodicho vaquero.
Poco a poco se perfila la sonrisa cínica.
¡Marchando una de cejas pobladas!
…Y el pelo gris de raya bien delineada.
…Y comenzamos la base de maquillaje.
Con orejotas, cejijunto y sonrisa cínica: ¡Una amoto!
No quedó mal parecido el muchacho…
Fali se iría encargando
del cuerpo para completar el muñeco.
El grupo de amigos antes de la cenita, en el magnífico jardín de José Antonio y Mª José. Los anfitriones. Al personaje que saluda con la mano en alto ya lo conocéis.
La luz empieza a decaer y el amigo sigue sonriente sin saber la que le espera.
Como no íbamos a sentar a un presidente a nuestra mesa lo dejamos en segunda línea.
Ya está en capilla….
Marina, llegada de Valencia, tiene el honor de
pegarle fuego.
Reite, reite…
¡Muerde el polvo vaquero!
Va quedando nada.
¡…Pero queda la queimada! Marina viene preparada con
un sortilegio celta que invoca a las meigas.
Todos pendientes del hechizo, pero, sobre todo del resultado bebible.
La estética de la
queimada hipnotiza.
Del resultado en los
presentes, tras liquidar el extracto resultante, no tengo imágenes por
problemas de censura.
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