miércoles, 2 de octubre de 2013

Cuadros que descubrieron tendencias.
                En esa expo de la Económica aún había sorpresas que tuvieron bastante éxito y que marcaron líneas de búsqueda dentro de mí, dando lugar a exposiciones monográficas.
                            

En los límites entre el tema taurino, el miedo, la muerte gratuita (del toro o del torero), en definitiva el panem et circenses, pero con más circo que pan, estaba este “Sorpresa”, donde el toro apenas asoma un pitón amenazante, pero que se intuye en un momento (el paseillo) en que se supone que no debía estar ahí. Un poco por la muerte presente en el tema, y otro poco por las proporciones alargadas de las figuras y el cuadro (160 x 50 cms.), lo incluí luego en la exposición monográfica “Góticos”.


Temple a la cola sobre madera, trato en el de combinar tratamientos de textura variados. Jugar con transparencias y opacidades que amenicen el momento dramático que se trata de expresar. Por otra parte subyace en esa instantánea el humor del absurdo en esa situación improbable.




Más en el juego de inspiración en un estilo concreto, la denuncia de la jerarquía eclesiástica aparece en un tema fastuoso. Un obispo orondo bajo una portada gótica es otro de los cuadros que luego conformarían esa expo monográfica de “Góticos” que monté en la sala de la Diputación en la plaza de la Marina.


Es un cuadro cinético en el que el obispo mueve la cabeza de un lado a otro, siguiendo el recorrido de alguien y silva ¡fui fuiu! (óigase como si un obrero asomado a un andamio silvara a una chica estupenda).
El mecanismo se accionaba cuando el público tiraba de una cuerda y, tras el cuadro un artefacto que debía imitar el canto de un pajarillo, manipulado, soltaba el silbido en dos tiempos (ida y vuelta) y movía la cabeza a ambos lados.


             En las fotos el proceso de montaje.


               

                De la serie de toros  también estaba en aquella exposición “Torero muerto”, que nacido con las ideas que se muestran en estos bocetillos:





                La idea combinaba la muerte absurda con la de aquellos álbumes de estampas en las que algunas panorámicas se construían con varias. En el cuadro el argumento se explica con sólo dos de ellas (momento preñante) , ya que faltan las estampas 5 y 8.



          
            El juego de recortes positivo –negativo del torero muerto, se compensa arriba con un “quite” sin garbo de un capote que se mueve al son de unos acordes de caja de música manipulada (al jalar de la cuerda).
                Más tarde, en el estudio, lo monté sin el panel de respaldo de “Dm”, como dos cuadros independientes que juegan en diagonal,  pero completos cada uno; para ello incorporé un nuevo foco de la presencia del toro en el de arriba.



                Por último, y uno de los emblemáticos de lo que había de ser la serie de “Nocturnos”, el primero de los cuadros de “El asesino”. A partir de una primera idea que presenta a un infeliz personaje que abandona compungido la escena de un aparente crimen.



Ya en el segundo boceto preveía la posibilidad de que fuera un cuadro con movimiento, donde el asesino moviera la cabeza, apesadumbrado.


Se va definiendo la escena del crimen.




                La cabeza se mueve con la más mínima corriente de aire, dado su equilibrio inestable, por lo que, los visitantes de aquella exposición se llevaban más de un susto al pasar junto al cuadro y percibir de reojo que algo en él se había movido.
                El marco pretende seguir el ambiente trágico del cuadro; unas ramas retorcidas conforman un improvisado marco barroco.

                Con ello llegamos a concluir esta exposición, y pasamos a otra cosa.


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